sábado, 22 de noviembre de 2008

Lilu y el último Dragón


Una tarde de mayo, Lilu, como siempre apurada, acudía al cercano bosque para reunirse con su árbol favorito y encontrar la calma que necesitaba, para entrar en ese estado que le permite retener y comprender el porqué de las cosas, y presentir el cómo de las cosas que estaban por venir.

En el camino renegaba una vez más sobre el mal aspecto del cielo y el terrible clima, ya que la privaba de aquellas hermosas noches alumbradas por estrellas, le quitaba el sol de cada día, aquel sol que entusiasmaba los corazones de la gente y provocaba las sonrisas. Entre el ir y venir de su inconformidad con el clima, sin quererlo pensó en voz alta, y un anciano que se encontraba sentado en la orilla del camino a no mucha distancia alcanzó a escuchar la queja de Lilu.

El anciano lentamente se levantó y se acercó a ella, su aspecto era extraño pero no atemorizante, era alto, de largas barbas blancas, más que con ropa con una especie de túnica que le daba una sabia y tranquila apariencia. Con una amable sonrisa observó a Lilu mientras se atravesaba en su camino, y unas palabras se acercaron al mismo tiempo que lo hacían sus pasos…

“Así que no te agrada este clima, ¿Cierto?” Lilu, desconcertada, sonrió de una manera amigable pero a la vez un poco desconfiada, “No, es terrible”. El hombre sonrió y le dijo “Pero… ¿No sería mejor preguntarse el porqué este clima durante tantos días?”. “Ha de ser la estación, o quizá nada más mal tiempo, ¡Caray!, que sé yo, pero debería mejorar”.

Entonces el anciano la observó, como si algo planeara su mente, y le confesó algo que daría un rumbo diferente a ese día en especial… y a muchos más. “Para estar inconforme con el tiempo pareces muy desinteresada en su motivo, o será tal vez que ni siquiera sospechas lo que realmente sucede…” Y dicho esto, el anciano se encaminó a su orilla y tomó asiento de nueva cuenta.

Lilu se interesó en el extraño comentario de aquél personaje, en la manera que dijo eso en medio de un implícito suspiro y en su tristeza cuando se alejaba, entonces se acercó a él y sentándose a su lado, con un tono resignado dijo, “Está bien, ¿Porqué está tan terrible el clima?” Él la miró con una sonrisa, el tipo de sonrisa que utilizaría un niño después de lograr su travesura, y comenzó una historia…

“Hace mucho, mucho tiempo, el mundo estaba habitado, no sólo por el hombre. Cerca del hombre y entre los bosques vivían duendes, unicornios, hadas, y toda especie de criaturas que hoy en día solo recuerda nuestro pasado. En las cavernas; los ogros, los goblins y los minotauros, en las praderas; los elementales, en los mares; las sirenas… el mundo estaba repleto de fantásticos seres, y se llenaba de magia, colores y alegría. Pero el hombre, en su eterno deseo de obtenerlo todo y controlarlo todo, fue terminando con esto paulatinamente.

Mientras el hombre más contaminaba el mar, las sirenas desaparecían. Cuando exploraba en las cuevas y extraía los minerales, el oro, los rubíes y diamantes, los seres de las cavernas de igual manera se extinguían.
Y así sucedió con los unicornios, hadas y duendes cuando se talaban o incendiaban los bosques, y con los elementales cuando las guerras se presenciaban en las praderas. Con todos estos seres maravillosos, menos con una especie, la especie más admirada, temida y respetada por todas las demás, el majestuoso Dragón.

Los Dragones surcaban los cielos y nadie sabía en donde vivían, o el porqué ellos no se estaban extinguiendo tan rápido como los demás. Hasta hace un par de siglos se supo de personas que presenciaron la sombra en la tierra y la gloria en el cielo, de un Dragón que sobrevoló ante sus miradas. Pero después de eso… nada se ha sabido”.

Los ojos de Lilu estaban abiertos completamente mientras se encontraba sumergida en la historia que contaba el hombre, su mirada reclamaba más leyenda, pero su imaginación cesó el vuelo y preguntó al anciano… “¿Entonces? ¿Cuál fue el motivo por el cual se extinguieron los dragones? Y… ¿No estábamos hablando del clima?”

El misterioso hombre rió, y retomó aire observando el cielo, como si estuviera viendo en ese preciso momento a los legendarios Dragones volar a través de él. “El clima… sí, es triste. ¿Los Dragones?...” Después de otro suspiro, continuó; “Pequeña… El mundo se ha ido acabando o ha sido acabado, lo cierto es que los errores que hemos tenido en la historia nos ayudan a reparar en aquellos que están por venir. Pareces de buen corazón, y te diré algo, el clima no está mal; está muriendo.

Porque así como cada criatura estaba ligada a su naturaleza, si moría la naturaleza moría esa especie, si moría la especie, así también esa naturaleza terminaba. Formaban parte el uno del otro. Pero eso no es todo, también existía una unión entre la especie, la naturaleza, y un tercer elemento… un sentimiento.

Cuando se extinguieron los unicornios decayó la imaginación, al desaparecer los minotauros se debilitó la fuerza, y sin el canto de las sirenas el hombre cada día se encuentra más falto de razón.
Pero los Dragones… fuertes y admirados, temidos y olvidados, se mantuvieron hasta el último aliento y más allá que todos los demás seres ajenos al hombre. Y aún, sus alas baten sin elevar el vuelo, sus narices respiran, pero sólo para limpiar el suelo donde reposa su cansada cabeza.”

Entusiasmada, Lilu, clavó la mirada en los ojos del anciano como si quisiera arrancarle en una respuesta toda la verdad… “¡Cómo que aún! ¿Todavía existen Dragones?”

Continuará...

Carlos Abraham Navarro